Todo empezo en Túnez, Mohamed Bouazizi, el joven tunecino que se prendió fuego en protesta contra el desempleo y la pobreza, se ha convertido en un símbolo de los sacrificios de Túnez por la libertad.
Leas donde leas en estos días en Internet, se ve que los bloggers , facebook o Twitter comparan el caso de Tunez o la revuelta de ahora en Egipto,como la caída del muro de Berlín sugiriendo el preludio de una nueva era en la que el pueblo árabe y que tendrá una mayor influencia en la determinación de su futuro.
El levantamiento de Túnez que ha conseguido derrocar a Zine El Abidine Ben Ali, presidente de Túnez, ha derribado los muros del miedo erigidos por la represión y la marginación, restaurando con ello la fe de los pueblos árabes en su capacidad para exigir justicia social y el fin de la tiranía.
Es una advertencia a todos los líderes, ya sean a los respaldados por las potencias internacionales o por las regionales, de que ya no son inmunes a las protestas populares de la furia.
Es cierto que la fuga del país de Ben Ali es sólo el comienzo de un arduo camino hacia la libertad. Es igualmente cierto que los logros del pueblo tunecino podrían ser contenidos o confiscados por la élite gobernante del país que desesperadamente se aferra al poder.
Pero la Intifada de Túnez ha situado al mundo árabe en una encrucijada. Si logra promover plenamente un cambio real en Túnez empujará la puerta abriéndola de lleno hacia la libertad del mundo árabe. Si sufre un retroceso seremos testigos de una represión sin precedentes por parte de los gobernantes que luchan por mantener su control absoluto del poder.
De cualquier manera, se ha derrumbado un sistema que combinaba una distribución marcadamente desigual de la riqueza con la negación de las libertades y buscando y leyendo uno ve que es lo que pasa a nuestro alrededor y no es más que,con la revolución completamente desbordada en Egipto, el resto de tiranías de la región se ha puesto manos a la obra para evitar el contagio.
Quince días atrás, las tiranías árabes vivieron la caída de Zine el Abidine Ben Ali como un funesto presagio.
La revolución popular había conseguido tumbar un régimen que, amén de sus singularidades, guardaba demasiados puntos en común con sus mandatos como para ser ignorada. Argelia, Marruecos o Libia sufren el mismo alza de precios en los alimentos que Túnez, y similares tasas de desempleo; coronados por regímenes autoritarios que, aunque han evitado la expansión del extremismo islámico, han asfixiado a sus ciudadanos con décadas de mandatos dictatoriales.
Mientras, las pequeñas réplicas a los suicidios de Mohamed Bouazizi provocaban el nerviosismo en la región. ¿Serían los siguientes?, se preguntaban. La ira popular se sofocaba con una dificultad creciente, por lo que se han visto arrastrados a poner freno a las incipientes réplicas con medidas que convergen en un mismo punto: la improvisación. ¿Qué medidas ha tomado cada país?
Argelia
La cercanía geográfica de Túnez facilitó el contagio de la ira popular. Argelia fue el primer país que tuvo que reprimir las pequeñas réplicas a las manifestaciones de su vecino, con concentraciones ciudadanas. El aumento de precios del país magrebí sublevó a pequeños grupos imitadores de los tunecinos, y la Policía tuvo que sofocar revueltas en las que murieron una veintena de personas. Varios hombres se quemaron a lo bonzo y se vivieron escenas de enfrentamiento en Argel.
El gobierno de Abdelaziz Bouteflika respondió abaratando los precios de algunos alimentos básicos, tratando de frenar los sucesos vividos en los años 1990. El temor a que la coyuntura sea aprovechada por los extremistas islámicos aumenta al mismo ritmo que las autoridades promulgan medidas para aplacar la ira ciudadana.
Jordania
En Jordania se ha hecho realidad uno de los mayores temores de la zona: los islamistas se han alzado en líderes de las protestas, desposeyendo a las revueltas del componente ciudadano que tuvieron en Túnez. La semana pasada, más de 3.000 personas salieron a la calle en Ammán proclamando la necesidad de un cambio. Este domingo las protestas se repitieron, esta vez frente a las oficinas del primer ministro Samir Rifai. Los gritos exigiendo su dimisión se mezclaban con las acusaciones de corrupción: "nuestro Gobierno son un puñado de ladrones", proclamaban.
A petición del rey Abdalá II, que demandó a los legisladores "aliviar las penurias" de los ciudadanos, las medidas- dique no se han hecho esperar. También el régimen jordano ha optado por reducir el precio de alimentos básicos para sofocar la ira popular, medidas que ha acompañado con la subida del sueldo de los funcionarios y anuncios inconcretos de normativas para atacar el sangrante aumento del desempleo del país.
Arabia Saudí
La teocracia saudita ha vivido sus primeras manifestaciones callejeras. La sólida represión islamista del rey Abdalá ha evitado que en otras ocasiones los ciudadanos se congregaran como protesta, pero ha sido distinto en esta ocasión. Con el monarca fuera del país –en Marruecos, recuperándose de una intervención- sus órdenes no fueron suficientes para evitar las réplicas a Túnez. El pasado viernes, Yeda fue escenario de protestas callejeras convocadas a través de Internet, elemento posibilitador de muchas de las concentraciones de esta ola revolucionaria en el mundo árabe.
Marruecos
Nuestro principal vecino Mohamed VI ,tiene motivos para la intranquilidad.
Su país cuenta con un caldo de cultivo muy propicio para imitar lo sucedido en Túnez y Egipto. Además, el poder que están cobrando las redes sociales, sitúa al reino alauí al borde del abismo.
Sus mayores temores se evidenciaron con la costosa toma de medidas realizadas por el Ejecutivo: aumentó el presupuesto del Fondo de
Compensación –que subvenciona productos de primera necesidad- para evitar que los precios continuaran su escalada.
A partir de este punto, las versiones difieren. La oficial informa de un viaje de "placer" del monarca, una suerte de vacaciones a destiempo; mientras que la no oficial sortea la censura y habla de movimientos más reveleadores. Mohamed VI habría viajado a Francia junto a una delegación mixta de altos cargos de seguridad y militares, además de consejeros reales, para anаlizar con los responsables franceses la nueva situación en el Magreb tras el derrocamiento de Ali.
Yemen
En el país más pobre del mundo árabe, el descontento cristalizó en una manifestación de más de 16.000 personas el pasado jueves. Las proclamas dejaban claro que no era suficiente con un lavado de cara del régimen, y pedían la destitución de Ali Abdalá Saleh. A pesar de todo, el primer ministro Mamad Mujawar aún se resiste a aplacar la ira ciudadana con bajadas de precios, y ha escogido ignorar la ola de revoluciones.
Libia
Gadafi no ha titubeado al dar su apoyo al derrocado Ben Alí, pero el paso de los días y el transcurso de los acontecimientos han suavizado sus manifestaciones. Tanto es así, que ha abolido los impuestos sobre el arroz, el azúcar o las papillas, para sofocar la ira provocada por el incremento del precio de los alimentos. Se trata de un parche, aunque no de un síntoma de debilidad: Libia es el país con menos papeletas para perpetuar la revolución.
Omán y Mauritania
En estos países las réplicas han sido de menor envergadura, y con singularidades propias. Mientras en Omán se vivió una pequeña concentración contra la monarquía absoluta de Al Bu Said, que no ha inmutado a las autoridades. En Mauritania se vivió una inmolación inmediatamente a las primeras manifestaciones de Túnez, aunque las protestas se dirigían contra el maltrato de las autoridades mauritanas a las tribus.
El tiempo dirá si estas medidas improvisadas son el dique idóneo para calmar los ánimos de los ciudadanos de estos países. Por el momento, la lógica indica que limitar al precio de los alimentos básicos las reformas será, a todas luces, insuficiente. La mecha prendida por Túnez ha sido un revulsivo, que ha concienciado a estas sociedades de que el cambio es posible. Las imágenes del derrocamiento de Ben Ali y de los tunecinos echados a la calle han esperanzado mucho más que una limosna en forma de pan barato.
Reacciones: entre la prudencia y el miedo
Mientras, el resto de Occidente aún sigue optando por la prudencia y las medias tintas. A expensas de que finalice la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores que abordará la crisis, la Unión Europea no ha emitido un dictamen unánime sobre los acontecimientos.
Quien sí ha expresado su posición sobre la crisis de las calles cairotas ha sido el presidente israelí Simon Peres: "Siempre hemos tenido y tenemos gran respeto por el presidente Mubarak. No decimos que todo lo que haga sea correcto, pero hizo una cosa por la que le estamos
agradecido: mantener la paz en Oriente Medio", ha dicho.
Y es que, la perspectiva de que en el país vecino se implante un régimen de corte islamista tiene atemorizada a Israel, que se insiste en que
un régimen fanático y religioso no será mejor que la falta de democracia.
Todo esto nos lleva a uno a una reflexión mayor , alguna vez leí que una frase que creo que aseguraban que la frase es de Kissinger en referencia a Pinochet. O a Somoza. O a Noriega. O quizás sólo es una leyenda de las muchas que pululan en la narrativa de la política.
Como sea, se dice que Kissinger definió a uno de estos dictadores con esta frase: “es un h. de p., pero es nuestro h. de p.”, apelando al riesgo de la proliferación de gobiernos comunistas en el Cono Sur, y la necesidad de pararlos de cualquier forma.
Y así fue como en un lado del telón de acero se consolidaron las brutales dictaduras estalinistas, y en el otro lado aparecieron temibles dictaduras fascistas, que, bajo el amparo de ser garantes anticomunistas, sometieron a su gente a todo tipo de brutales atropellos.
Eran las dos caras del espejo, su mutuo reflejo. El relato trágico de las dictaduras latinoamericanas mereció, por suerte, la atención mundial, que las cantó, las convirtió en películas y las arraigó en el consciente colectivo de un mundo horrorizado ante sus desmanes.
No tuvieron tanta suerte las víctimas del estalinismo, durante décadas ignoradas por una intelectualidad que se sentía más cómoda contra el fascismo de derechas, que contra el fascismo de izquierdas.
Pero como diría un mítico Molt Honorable, aquí no toca hablar de este tema. Y no toca porque toca hablar de las otras dictaduras amigas, las que llegaron para quedarse en los países islámicos, algunas de la mano soviética, otras de la mano occidental.
Durante décadas estas dictaduras amigas -tan bien reflejadas en el caso marroquí en el famoso libro Notre ami le Roi, de Gilles Perrault- fueron una derivada más de la guerra fría, pero pronto supieron reinventarse como el parachoques más eficaz contra el fenómeno totalitario que, en nombre de Alá, declaraba la guerra al mundo.
Desde Pakistán hasta Marruecos, desde Túnez hasta Egipto, pasando por Arabia Saudí, estas brutales dictaduras han gozado del favor de Occidente, cuya prioridad ha sido, a dos manos, parar a toda costa el fenómeno del fundamentalismo islámico y usar sus ingentes recursos energéticos.
Mirar hacia otro lado, mientras estas dictaduras atropellaban derechos fundamentales, encarcelaban, perseguían y mataban a opositores, y acumulaban fortunas astronómicas -con la excusa de que nos hacían el juego sucio-, ha sido el lugar común de todos los países democráticos, incluyendo los más chillones.
Y ahora que el castillo de naipes peligra seriamente, ponemos cara de desconcierto.
Empezó en Túnez,como bien les comente al principio, ha continuado en Egipto y luego podría saltar a Marruecos,aquí al ladito de nosotros, considerada para muchos la parada final.
Y aunque todas las prospectivas pueden ser erróneas -no en vano nada es previsible en esa parte del mundo-, está claro que algo está cambiando de forma definitiva.
La cuestión es saber qué… Porque del mismo modo que la alegría de la caída del sha nos trajo los llantos de la dictadura de los ayatolás, tras las revueltas actuales podrían venir los fundamentalistas islámicos, auténticos amos de la oposición.
De momento caen tiranías y huyen los tiranos, pero nadie puede afirmar con seguridad que los sueños de la revolución no engendren monstruos…
No pierdan nunca de verdad, donde vivimos nosotros al lado de Mauritania, Argelia y Marruecos, los países del Magreg son nuestros vecinos y siempre, siempre, hemos vivido a sus espalda.
Leer o aprender un poco más sobre ellos, no nos vendría nada mal la verdad, y le tendríamos menos miedo seguro.
Seguiré pendiente de lo que pase a nuestro alrededor, y nuestro alrededor son estos países, estos seres humanos, que tanto nos necesitan para vivir mejor hoy, Su futuro es nuestro futuro y el que no lo ve así, esta bien equivocado de verdad.
Abrazos y mucha suerte hermanos Árabes, su suerte es la nuestra *
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