La Música de Sergio

martes, 12 de octubre de 2010

La muchacha de la Lluvia *



Desperté empapado en sudor.


No recuerdo si a causa de una pesadilla, o del agobiante calor que formaba parte de esas noches de un verano que creo que no se va.


Por la ventana entreabierta no entraba más que la tenue luz de la luna que crece poco a poco, por lo que está más pequeña de lo habitual. Ni un simple soplo de brisa, ni una pizca de viento que presagiara la tormenta que, decían, iba a llegar esa noche de lunes a martes de fiesta.


Me incorpore levemente, encendí la luz que tenía junto a mi cama y cogí el libro que hacía no más de un par de horas estaba leyendo.

Lo abrí por la página marcada y me adentre en mi mundo, ajeno a la realidad, acompañado por los personajes e historias que éste contenía.


E inevitablemente, me sumió de nuevo en un sueño irreal.


Me sobresalte al sonido de un terrible trueno que hizo temblar los cristales abiertos de los ventanales de mi habitación.


A éste le siguieron otros, y multitud de rayos que iluminaban esta oscura noche, cubierta la luna de negras nubes, un viento agitando las altas ramas de grandes árboles de al lado de mi casa.


Empieza a llover.


Me dirijo a la ventana para cerrarla, cuando de repente se apagaron todas las luces. Al instante, un rayo cayó a pocos metros frente a mi ventana, iluminando todo alrededor.


La lluvia arrecia, acompañada de pequeñas piedras que aumentaban poco a poco su tamaño, cuando me pareció ver a alguien en la calle.


Una muchacha. Intenta llegar corriendo a algún sitio donde refugiarse.


Empapada, las piedras la golpean, la oscuridad la envuelven.


Creí verla tropezar cuando un rayo volvía a caer cerca del lugar.


Así es. Tumbada en el suelo, magullada, levanto su cabeza hacia la ventana en la que yo me encontraba.


Nuestras miradas se cruzaron, la de ella pidiendo ayuda, la mía sintiendo lástima.


Sin pensarlo, corrí hacia la calle. Debí ayudar a aquella pobre muchacha. Quería ayudar a aquella pobre muchacha.


Abrí la puerta de mi casa y salí en dirección al lugar en el que la vi caída por última vez.


La luna, que se abrió paso en un claro entre las nubes, iluminó con un pequeño rayo la calle encharcada.

Nadie había allí.


De repente, la lluvia se apaciguó, la luz regresó iluminando tenuemente mi habitación.


Perplejo, tras mirar alrededor buscando a aquella chica, volví a mi casa, subió hasta mi cuarto.


Me asome una vez más a la ventana, abierta todavía, y mire el suelo de la calle.


Sólo quedaban los restos de aquella breve pero intensa tormenta, el cielo se despeja, mostrando de nuevo las estrellas.


Cierro los ventanales y vuelvo a la cama, empapado y frustrado por no haber encontrado a aquella muchacha.


Sin querer , mi vista se posó en el libro que estaba leyendo, abierto al azar.


La página empezaba con las siguientes frases:


"Volveré con la próxima tormenta, para que sepas que no eres tú el único que me buscas, para que sepas que no eres tú el único que arrastra ese sentimiento, sino que es compartido.


Podrás verme, pero no ayudarme, al igual que yo a tí, pues tú también vendrás a mí.


Volveré con la próxima tormenta para que dejes en ella tus miradas a la calle, como has hecho esta vez.


Volveré con la próxima tormenta para que sepas que no estás solo.


Para que sepas que un día me encontrarás.


Y yo a ti, en una noche como la de hoy, quizás."


Que descansen, con el olor y el ruido de las gotas de lluvia caer.


Feliz noche de Fiesta Bichitos *

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