Cada uno de ustedes seguro que recuerda el momento en que caminaba hacia el lugar donde acontecía la fiesta de tu pueblo, aquel bullicio que se instalaba de repente casi a las puertas de nuestra propia casa.
Nos bastaba muy poco para ser felices. Aún no habíamos firmado ninguna hipoteca ni nos cuestionábamos ese futuro que ahora nos impide disfrutar plenamente del presente, ese bendito presente que casi siempre dejamos que se nos escape entre las manos o caminando para atrás, como Canta Arístides en la Canción como los Cangrejos.
Hoy habrá otros niños recorriendo estas mismas calles festivas de nuestra infancia, En cualquier parte de nuestras islas y también en el extranjero.
Nosotros, cuando volvemos, ya no somos los mismos.
Eso era lo que escribía Neruda rememorando el amor perdido para siempre, pero vale también para ese recuerdo luminoso que aún conserva el niño/a que fuimos.
Nos mira desde la otra acera.
Eres tú el que te estás mirando a ti mismo. No sólo te reconoces en los espejos. Eres capaz de verte como eras entonces: endomingado, ufano, capaz de volar si te hubiera dado por extender los brazos.
Y lo que fuiste lo sigues siendo. Nunca se pierde todo para siempre. Los momentos grandiosos los llevamos siempre puestos para compensar las desgracias y los malos farios.
Si lo miras bien, te reconocerás en su forma de mover las manos cuando camina o en la costumbre de ir golpeando todas las piedras y las chapas que se encuentra por la calle.
Está atento al repique de las campanas que anticipa la procesión y a la traca de voladores que hace que retumben las aceras.
Estamos en Agosto. No sé a qué estás esperando para salir a la calle o a la playa a recuperar los pasos perdidos de aquel niño que sólo conocía un sentido festivo de la vida.
Vivir era jugar, y lo sigue siendo si tú quieres.
Hoy puedes empezar a recuperar esos pasos que te tenían siempre tan cerca del paraíso.
Nunca es grandilocuente la alegría.
Comienza casi siempre en una calle o en un pueblo, en la cercanía de todos esos pequeños momentos que no aparecen en los anales de ninguna historia y que siempre en estos días volvemos a ellos con los que verdaderamente son nuestra gente.
Sólo te pertenecen a ti y la felicidad y la fiesta la eliges con las personas que mejor te lo pasas, y estos días son para eso.
No te quedes en tu casa, que el verano del 2010, no volverá.
Me voy a sentar en la luna, a ver cómo y con quien sueñas.
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