Bertrand Russell escribió en 1935: “Durante los últimos ciento cincuenta años, los hombres se han venido cuestionando, cada vez más vigorosamente, el valor del conocimiento, y han llegado a creer, cada vez con más firmeza, que el único conocimiento que merece la pena adquirir es aquel que resulta aplicable en algún aspecto a la vida económica de la comunidad”, porque “el saber está comenzando a ser considerado en todas partes no como un bien en sí mismo, ni como un medio para crear una visión amplia y humana de la vida en general, sino tan sólo como un ingrediente para la preparación técnica”.
No hace falta que les diga que Bertrand Russell tenía razón, como lo demuestran el lamentable estado de los estudios de las humanidades, la lenta muerte de las lenguas clásicas, el triunfo de la chabacanería en los medios de comunicación y el adelgazamiento de la currícula universitaria europea en general y española y en particular la Canaria.
No obstante, a pesar de vivir en esta era que por fin ha entronizado la ignorancia elegida, Eduard Punset es uno de los escasos paladines del conocimiento "inútil"; es decir del conocimiento que no sirve para enriquecerse a cualquier precio, para medrar desde el poder o para ser simplemente famoso y popular.
Lo reconozco, soy un enamorado de todo lo que dice y escribe, Eduardo punset y me acabo de terminar su último libro.
Así, cada libro, cada artículo, cada conferencia o cada programa de Punset contienen dosis inverosímiles de conocimientos "inútiles" que nos reconcilian con el placer de aprender, la curiosidad de saber más y la necesidad de compartir lo que he descubierto agradecido.
No creo exagerar si les digo que El viaje al poder de la mente es un despliegue fastuoso de conocimientos "inútiles", pues para dilucidar los procesos cerebrales, los mecanismos del genoma o los caprichos de la memoria, Punset nos cuenta historias, nos narra vidas y nos regala aventuras tan extraordinarias como las urdidas por la ficción, con la únicafinalidad de escribir para uno el gran relato de la ciencia moderna.
Así,para conocer mejor los entresijos de la sexualidad humana, Punset nos llevade excursión por las intimidades del mundo animal, donde uno descubre fascinado cómo algunos ratones son capaces de copular ininterrumpidamente durante 16 horas seguidas, por no hablar de la vasopresina que convierte a otros ratones en criaturas monógamas, fieles y amantísimas.
El león será el rey de la selva, pero donde se ponga un ratón...
Sin embargo, no todos los conocimientos de El viaje al poder de lamente devienen "inútiles", porque uno de los hallazgos más estimulantes ha consistido en descubrir que imaginamos el futuro en función del pasado y que sólo los cerebros más evolucionados consienten cambiar de opinión.
Todos sabíamos que había algo de contumacia en la ideología o la religión,que les impedía asumir cualquier refutación fundada en evidenciasempíricas, pero descubrir los fundamentos biológicos, neuronales, clínicos y científicos de la necedad fundamentalista ha sido como recibir un masaje en el hipocampo.
Después de haber leído la estupenda trilogía de Eduard Punset, tan sólo me gustaría urgirle a desarrollar más y mejor sus reparos contra el lenguaje y su poder de confusión, porque trabajo con palabras y porque gracias a ellas podemos disfrutar de los libros, de la ciencia, de las emociones o de las ideas.
¿Acaso el lenguaje no sería el software de ese sofisticado hardware que es el cuerpo humano?
Quiero creer que es así, sospechando del lenguaje, como Eduard Punset consigue transformar en "útil" el conocimiento "inútil", pues el lector ideal de sus libros es una especie en peligro de extinción: el ocioso creativo y educado en quien también pensó Bertrand Russell cuando escribió Elogio de la ociosidad:
“Una mejor organización económica, que permitiera a la humanidad beneficiarse de la productividad de las máquinas, conduciría a un gran aumento del tiempo libre, y el mucho tiempo libre tiende a ser tedioso excepto para aquellos que tienen considerables intereses y actividad es inteligentes.
Para que una población ociosa sea feliz, tiene que ser una población educada, y educada con miras al placer intelectual, así como a la utilidad directa del conocimiento técnico”.
Si el negocio es la negación del ocio, me alegra que Eduard Punset haya convertido el conocimiento "inútil" y en consecuencia ocioso, en una oportunidad de negocio que le ha restituido la presunta "utilidad" que demanda la sociedad contemporánea.
Valle Inclán tenía una frase muy bella donde decía que las cosas no son como fueron, sino como las recordamos.
Eduard Punset ha escarbado en aquel poema para regalarnos una neurona que su prosa ,su lenguaje,ha convertido en una perla.
Si pueden,de verdad, lean y vena todo lo que puedan de este hombre. Entenderan el porque vale la pena vivir y estar vivos en este planeta.
Buenas noches bichitos *
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