La Música de Sergio

lunes, 13 de septiembre de 2010




Hace tiempo que le quiero escribir a un hermano que nunca tuve , y es que no se en que parte se quedo, más o menos se el momento pero no lo recuerdo, apenas era un ser humano y quizás hasta mi mamá se lo trago, a saber cómo fue su muerte la verdad.


Pero si me gustaría decirle que dicen que recibimos lo que merecemos, que todo esfuerzo tiene su recompensa, que la gravedad siempre hace su trabajo, que el tiempo pone a cada uno en su lugar y que a todo cochino le llega su San Martín, ¿tú qué tienes que decir a esto?.


Todos intentan ganar en este extraño juego llamado Vida sin conocer demasiado bien las reglas de juego.


Algunos ganan sin merecerlo.


Pero si de merecer fuera tú deberías haber merecido algo más.


No sé, quieren enseñarme a vivir y me dan consejos que la mayoría de veces no sirven para nada, que si el trabajo dignifica, que si luchas lo conseguirás, que no importa que hoy no lo consigas porque puede que mañana puedas... ya sabes, todas estas pollabobadas que me recuerdan a esta estúpida frase del facha de Gabriel García Márquez: “no dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa” como si no hubiera gente que se enamorase de las caras serias. La sonrisa está sobrevalorada, al igual que lo positivo, lo bello y lo exitoso...


Todo lo que me dicen es mentira. Cuando ya llevas tiempo en esto te das cuenta de que al final lo que importa es el factor suerte o el factor milagro. Todo depende de haber estado en el sitio adecuado en el momento adecuado. Lee cualquier biografía de alguien que tuvo éxito y descubrirás que todo le llegó por pura casualidad.


¿O de dónde crees que nacen todos esos mitos vivientes? Esos sólo han alcanzado fama, pero representan a toda una legión de perdedores que nunca lo consiguieron. Y yo os debo representar a todos los que viajasteis conmigo y nunca llegasteis a la meta.


Sobre mi espalda pesa la responsabilidad de que te sientas orgulloso de mí y no lo puedo aguantar.


Me gustaría cederte el puesto, brindarte la oportunidad de que vieras lo que significaba venir a la vida. Debiste haber tenido tu oportunidad... pero al contrario de lo que dicen: a veces no hay segundas oportunidades, las cosas son o no son.


Alguna vez leí, que en la vida solo vemos los billetes premiados.


Que vivir es tan raro como que te toque la primitiva, que todos deberíamos celebrar la inmensa suerte de poder vivir sólo porque hay millones de billetes no premiados que no están aquí... pero yo no puedo vivir tranquilo pensando eso.


¿Cómo puedo sentirme bien estando en el paraíso de los premiados si sé que existe el infierno de los perdedores? Me gustaría ser como aquel alemán del cuento de Borges Deutsches réquiem que dijo “que el cielo exista aunque nuestro lugar sea el infierno”.


Si a mí me hicieran elegir entre el cielo y el infierno preferiría irme al infierno antes que soportar el remordimiento de conciencia que supone estar en el cielo de los privilegiados. No soportaría saber que otros sufren mientras yo disfruto. Lo peor es que ahora estoy en un cielo donde continúa la absurda carrera de toda una generación hacia el óvulo del éxito y no puedo hacer nada por apearme.


Una generación tras otra que lucha por lo mismo… sin saber que tras la historia de un triunfador se esconden las vidas anónimas de cien mil perdedores.


Pero no quiero darte más charlas. Te he escrito porque quiero que sepas que si yo estoy aquí no significa que tú seas peor, de hecho puede que hasta seas mejor. Incluso puede que me veas por televisión cantar una canción, pero seguro que hay alguien que canta mejor que yo en su casa y no sale por la caja de la fama.


En este mundo quieren hacerte creer que tu suerte depende de un jurado o de un casting, que si no es por ellos nunca lo podrás conseguir, que si no es por un editor al que le caigas en gracia nunca te publicarán, que si no tienes un nombre de prestigio que asegure unas ventas no te publicarán un libro, que si no huelen en ti el dinero no se acercarán y que todo está en las manos de los grandes hermanos televisivos. Se otorgan un poder que no tienen e inventan nuevos óvulos-éxitos que no existen.


El reconocimiento de un público se puede conseguir cantando en la ducha y gustándole a la vecina,que por cierto tengo una nueva ahora, no es necesario más.


Recuérdalo: el verdadero óvulo-éxito que existe es el de hacer lo que uno realmente quiere desde que se levanta hasta que se acuesta, como decía un señor llamado Bob Dylan.


Al fin y al cabo no siempre los mejores y más guapos son los que llegan a la meta.


No todos los que alcanzan el óvulo del éxito son los mejores cantantes, si no mira cualquier canal de televisión a cualquier hora...


Internet ha hecho que hasta los espermatozoides que llegaron segundos tengan su lugar, y aquí estoy yo, y allí te quedaste tú, hace más de treinta y largos años.


Pero no te preocupes... yo te represento a la perfección en esta nueva metamorfosis humana que, créeme, no es para tanto.


Pero si es verdad, que me encuentro gente en este camino que es la vida, que vale la pena conocer y con quien uno se siente muy feliz.


Bueno hermano, no sé donde te quedaste, sin en el muslo de mamá, en la pelvis, la cara, servilleta o por fuera del ovulo, pero que sepas que te echo de menos y que siempre he pensado que sería si hubieras llegado tu y yo no, ha esta vida.


Y eso me ayuda a vivir y ser feliz cada día más.


Feliz noche espermatozoiditos y ovulitosss *



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