La Música de Sergio

martes, 25 de mayo de 2010

Los Lunes y no al Sol *




El amanecer del lunes siempre me semeja un tubo en el que meto la cabeza, con mayor o menor esfuerzo para comenzar la semana. Es el día en que más tiempo cuesta enderezar las piernas una vez que posamos los pies en el suelo. Me parece a mí que no debo ser el único al que le ocurre esto.

Empiezo la mañana desayunando siempre en el mismo bar desde hace un tiempito ya con mi compañero Andres, donde la habitualidad hace que, de un día a otro, conserve hasta el asiento. Hojeo el periódico y le hago comentarios sobre lo que me parece lo que leo, el va a su aire solo quiere saber que me paso el fin de semana.

Algunas noticias o fotos me llaman especialmente la atención. Una de éstas es una foto de las elecciones en el Líbano, en la cola sólo hay mujeres y soldados que vigilan. Pero lo que me sorprende es que el par de mujeres que se ven calzadas con chanclas tienen los pies más grandes que los soldados que los tienen embutidos en botas.

A estas horas de la noche, en martes ya, firmo el acta de compromiso con la vida. Me encierro en mi habitación y escribo sobre la responsabilidad. Hombre que mira a la mujer que habla. Un ojo sucio, una lengua corta, un puente de hormigón hecho por arquitectos que vinieron de MARTE y no pueden regresar.

Tengo la imagen de un canguro flotando entre duras nubes de almidón. Dura la vida. Y mientras tanto, el salto de una niña que lleva trenzas negras y un sombrero gris, alcanza el mar.

La semana es tan corta que habría que programar con más esmero las frecuencias de los relojes de la vía pública en las ramblas y en la plaza del príncipe de esta ciudad. Se escucha el zumbido. Una mosca frígida que escapó de la cárcel de Devoto se mete por la mirilla de la puerta de calle de mi vecina ciega.

¿A quién le importa el nombre de los días? El lunes podría ser árbol. El martes: cielo. El miércoles: pez enorme que cruza al trote el río Amazonas. El jueves: luna de cemento. El viernes: siesta bajo un ombú descarriado, adicto al polen de las margaritas, dependiente, siniestro, malhumorado, asqueado de tanta raíz hundida en la tierra. El sábado: pelota de trapo. El domingo: cruz.

Pero es mentira. A Juanita sí le importa. A Rubén, que para no matarse se pone a escriibir sus notas, mientras viaja en binter desde Fuerteventura a Tenerife, también. A Ana, que tiene 35 y se enamoró de la panadera, seguro que sí. Y a mí, que ya no tengo remedios me da lo mismo ya.

Decía entonces que…

Lunes:

la canción de los pobres. Suena, suena. Que se agite la bandera y el miedo desaparezca. Asunción, sangre: saben dónde van, lo saben.

Tienen escrito el nombre del destino en las palmas... las palmas de las manos.

Un punzón caliente les agujereó la piel: libertad y estrías de pulgas ancianas. Cortan venas, rompen calles, se cobijan en la mugre. Hediondos de tanta espera, arman la murga del infinito destino sin destino con el maestro Don Enrique ya en ella, y se toman en serio las consignas de un viejo barbudo.

Son líquido espeso de una inyección para el culo. Cantan. Bailan. Agarran a los perros por las patas de atrás, y los muerden hasta hacerlos sangrar. Ningún río rojo los conmueve. Sopranos del viento.

Silencios de la altura. Rumiantes de la vanguardia. Espejos del tiempo apagado.

Lamparita oscura que alumbra en la tenue mirada de Julia mientras promete volver...

uff fin a esta locura...jeje

Termina el día y un televisor me habla con la voz quebrada, son dos chicos graciosos , un tal BuenaFuente y un tal Berto, y no el Alcade de arona.

Dicen que ya no hay tangos que los conmuevan. No, no, no. Ya está: comienzan a oscurecerse los ojos .

Un día más, una certeza menos.

No soy ni quiero ser la pierna que reprime la búsqueda infame de un hueco caliente por debajo de las sabanas de mi cama.

Buenas noches bichitos a por el cielo, o mejor dicho a por el Martes *

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