La Música de Sergio

lunes, 21 de junio de 2010

Cuento para empezar el Verano *



Algunas veces le sucedía: y se dormía por la noche con un problema rodándole la cabeza y, cuando despertaba por la mañana, tenía ya la solución.

“Se ve que reflexiono mejor dormido que despierto”, solía bromear con los amigos.

Aquel día -aquella noche- le pasó de nuevo eso mismo. El sueño le había vencido ya de madrugada mientras le daba vueltas a su futuro. No a tal o cual aspecto de su vida -trabajo, amores, el alquiler de la vivienda, las vacaciones próxima a Buenos aires, sino al conjunto: a su existencia como individuo; a lo que le quedará por vivir, poco o mucho. Y cuando aquella mañana abrió los ojos, lo vio nítido, sin vuelta de hoja, como una evidencia irrebatible.

Por fin lo sabía: iba a dedicar el resto de su vida a dormir.

A dormir horas y horas, días y noches, semanas y meses, años y décadas.

Pero dormir; no morir.

Morir no. De ninguna manera.

Quería seguir vivo, para poder asomarse a la realidad de vez en cuando, durante un rato, cuando le viniera en gana, y saber cómo marchaban las cosas. Y para alimentarse;

Y para coger sueño, O para tomar las pastillas que se lo dieran.

Quería mantenerse en una especie de coma barbitúrico intermitente. Y salir de él solamente para mirar la calle, y ver que la gente que paseaba por delante de la iglesia, y de la tienda de Natural, o las dos tiendas de ropa algo cara, era la misma de siempre, con este o aquel vestido, con esta o aquella cara. Y para escuchar la radio, y comprobar que los políticos y los empresarios seguían diciendo las mismas cosas, y que en las tertulias se seguía hablando de lo mismo, y que los líderes sindicales seguían defendiendo lo mismo, y que en la Bolsa se seguían haciendo las mismas cosas, y que en los partes del tráfico de las ocho menos cuarto de la mañana de Pepe Moreno, se constataban los mismos atascos al entrar a la ciudad, al conectar con la policía local de Santa cruz, la laguna, o las guaguas de Titsa.

Y luego dormir de nuevo.

Sin soñar, a poder ser. Porque los sueños se construyen con lo mismo.

Llegado a ese punto, empezó a cavilar en cómo financiar su plan.

Porque él no era rico. Más bien todo lo contrario. De hecho, casi toda su vida hasta entonces la había repartido entre trabajar y dormir. Entre trabajar y trabajar, para acabar de trabajar y poder dormir. En dejar de dormir para acudir a trabajar.

“¿Y de qué vivo yo? O, mejor dicho, ¿de qué duermo yo?”, se preguntó, perplejo.

Decidió irse a dormir, a ver si a la mañana siguiente tenía ya la solución.

Hasta mañana bichitos, que tengan una buena madrugada de martes.

Feliz Verano *

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