jueves, 24 de junio de 2010
Pasaba por aquí... *
Por lo que he podido comprobar en los blogs que sigo habitualmente andamos todos demasiado ocupados. Es eso o es que, con el calor que trae niños en las palabras de las del Solajero al coño, que diría el gran Manolo Vieira, y casi roza el infierno en palabras de..., nos da menos ganas sentarnos a reflexionar que un caracol salir a la calle.
El caso es que yo soy de los primeros. De los que de un tiempo a esta parte no tiene tiempo y le roba horas a la noche para seguir sintiendo cerca a los suyos, ustedes.
No debería estar haciendo esto,dos exámenes,correr y el "Santablus" que me espera esta noche,y lo que les cuento luego,pero aquí estoy. Sentado enfrente de mi ordenador, como casi siempre, pero sin un metamodelo que transormar en ATL… ¡Hartura de Eclipse!jeje .
Con el final de mes, llego un nuevo cambio, y es que las cosas nunca ocupan tanto lugar como en las épocas de mudanzas. Se revelan materia pura y con una intransigencia que desconoce de argumentos racionales, nos imponen la lógica del “no me tires que por algo estoy aquí”.
Las mudanzas se convierten así en un privilegiado momento dentro de la cadena de momentos que nos han llevado a ser (tan) grandes, para sentarnos a reflexionar cómo fue que llegamos a tener esta vida abarrotada de posesiones.
No es una novedad mi teoría: las cosas imponen el ritmo de las mudanzas. No sólo la cantidad y la calidad, sino el modo en el que hemos gestionado los vínculos con las cosas determina la lógica que nos permite cambiar de domicilio en un día, un mes o un año.
Detrás del agobio que supone una mudanza sólo se revela la más oscura noticia de que cada uno es todas las cosas que ha metido en su casa. Y entonces, lo que soy cabe en unas cajas, lo que soy se puede mudar, lo que soy se arma y se desarma en cualquier repisa de cualquier departamento de cualquier barrio de cualquier ciudad. Porque si algo se descubre con cada mudanza, es que uno puede ser cualquier cosa.
Por otro lado, cómo continuar la vida en una casa nueva sin las cosas que se tenían en la casa vieja. Las cosas restituyen la apacible continuidad de la vida frente al trágico abismo de las mudanzas. Las cosas confirman en el nuevo domicilio que uno no ha dejado de ser el que era, excepto que ahora hay un balcón que da a la calle y una ventana por la que al fin entra la luz del día y no dos patios interiores.
Las cosas disfrutan de las mudanzas. Para ellas, mudarse es confirmar que siguen estando en nuestro mundo. Y corren carreras secretas entre ellas. En un mismo estante, no valen igual el cenicero robado de la mesa de un bar, que ya ha resistido cinco mudanzas, que el porta saumerios que acaba de ser comprado en la feria de artesanos. El cenicero es capo: instruye a las otras cosas, las prepara, les dice como volverse cosas indispensables, y les enseña a esperar agazapadas la próxima mudanza.
Queda un largo verano y un nuevo cambio, con episodios de lloros y enfados y acuerdos baratos.
Mientras tanto, yo voy a seguir trabajando con estas cajas. A ver si este verano me escapo, es año de bajada y en septiembre toca Buenos Aires,Argentina, que no el Barrio, y también entre coll y coll, me doy más de un baño en la playa, no como el verano pasado, que casi ni fui, todo en función de como salga de esta mudanza… Por decir algo.
Y como dice la canción...
Que esperas que te cuente,hay poco que decir.Tal vez me vaya un tiempo, no aguanto este coñazo de Madrid.
Te veo muy distinta,es nuevo ese carmín.Estás mucho más guapa,será que te embellece ser feliz.
Qué cosas se me ocurren todo esto es tan pueril,si yo sólo pasaba,pasaba por aquí,pasaba por aquí...
Intenten pasar una buena noche bichitos.
Que calorrrrrrrrrrrrrr *
http://www.youtube.com/watch?v=mq8A020giI4&feature=related
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