miércoles, 16 de junio de 2010
Tino y su Atrapasueño
Ya saben que casi todos los cuentos empiezan.
Erase una vez... un atrapa sueños que estaba colgado en una pared encantada.
Tino compró uno en el mismo Madrid a un hombre extravagante, cerca de la plaza santa Ana.
Era original, o eso pensaba el.
Parecía recién traído de la misma África, que tanto esta de moda en estos días como si nosotros no viviéramos en ese continente.
El hombre para convencer a Tino que debía adquirirlo le relató una pequeña historia.
Comenzaba así:
Muchacho escucha, bueno ya no eres tan muchacho; la primera vez que intenté vender un atrapa sueños como este, se lo concedí a una anciana.
Te digo anciana, porque había perdido gran parte de su vida aprendiendo a vivir, sin alegría, sin esperanza, sin fe, con barco sin rumbo definido. La encontré sentada en un bosque rodeada de infinitos árboles repletos de cientos de hojas y ramas. Prácticamente la luz de estos la cubrían, la tapaban.
Pero yo la vi. Le prometí que aquel barco tomaría destino hacia su norte y que sus labios se tornarían en una sonrisa cada mañana cuando despertara y recordara todos sus dulces sueños. Lo primero que hizo fue echar una carcajada.
No me creyó, pero introdujo su mano en su bolsillo para darme el dinero y comprarme el objeto. Entonces comprendí que lo más importante no fue la sonrisa que arranqué de sus labios, si no mover los remos que anhelaba dirigir hacia sus sueños despiertos.
Por eso Tino le regalé el atrapa sueños.
El joven cerró los ojos, asintió y metió su mano en el bolsillo para comprar el atrapa sueños. Cuando fue a dar su dinero aquel hombre extravagante había desaparecido.
El objeto se hallaba en el suelo.
Las 07:00: Pedro despertó. ¡Oh! Solo ha sido un sueño se decía mientras miraba en su pared encantada y tenía que ir a trabajar.
Buenas noches bichitos y que nadie les atrape sus bonitos sueños esta noche *
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